EL INDIGENISMO DE IZQUIERDA
Y SU TERROR AL CAMBIO
Por: Nicómedes Sejas T.
IMAGEN: http://www.lostiempos.com
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No hay
mayor signo de agotamiento del discurso del cambio que degradándolo al deseo opuesto de que nada cambie. Que
cambien los viejos dinosaurios de la
oposición, menos el caudillo del MAS;
que surjan nuevos partidos para disputar el poder, el mas ya está en el poder. Que cambie el sistema
político, menos la mayoría oficial
existente.
El discurso del cambio sirvió para justificar supuestos
derechos milenarios, de la urgencia del
indio en el poder, pero aquellos derechos de reivindicación sólo fueron
la coartada de los oportunistas de siempre para ascender al poder a nombre de
los marginados y discriminados de cinco siglos, los indios. En parte cambió el
color del parlamento, pero tan pronto como pudo el indigenismo de izquierda
tomó el lugar de los luchadores de siglos, sustituyendo sus banderas
anticoloniales con el discurso del socialismo comunitario.
Para el poder, la nueva acepción del cambio es que nada cambie. Estos ideólogos del cambio
no creen en su propio razonamiento,
quieren atar la realidad a sus deseos egoístas, sin darse cuenta que el
cambio es inmanente a la realidad, y que ya existía antes de que ellos llegaran
y lo convirtieran en una consigna.
Estos curiosos socialistas parecen profesar el método
dialéctico, invocan el cambio como
justificación de la discontinuidad de los sujetos del poder, de la sustitución
de los neoliberales por los socialistas comunitarios; pero sin caer en cuenta
que el cambio real no es sólo una
adecuación de los acontecimientos a sus deseos, incluso sin importar cuan
buenos puedan ser. Sin darse cuenta estos dialécticos tienen una lectura lineal
de la historia, ven en ella su situación
de poder como algo eterno, necesario e irreversible. No son lo suficientemente
maduros para aceptar que el cambio seguirá su curso después de ellos. A estos
ideólogos, el cambio real les da una sensación de terror por lo cual intentan pararlo en el momento que el cambio
quiere engullirlos. Como ha quedado demostrado, el cambio no es sólo una idea
es una realidad que tiene sus propias reglas de discontinuidad.
Los socialistas comunitarios son falazmente dialécticos y
ante todo oportunistas, no creen en los supuestos de su método como en su mímesis,
no sólo parecen los aliados más leales
de los despreciados de ayer, los indios, sino que se dan cuenta que sólo pueden
sobrevivir bajo su sombra, haciéndose indigenistas, aparentando asumir su
causa, pero sin renunciar a cierto mesianismo por el que se sienten ungidos para
señalar el verdadero rumbo del cambio, la instauración del socialismo con el
sello particular de un comunitarismo nominal que sólo a ellos se les pudo
ocurrir o parodiar el fracaso de otros intentos similares. Estos socialistas
han logrado tejer un discurso ambiguo del que han podido sacar provecho en tres
elecciones consecutivas.
¿Qué clase de dialéctica es ésta que no acepta la fusión con su contrario, ó tal vez quieren detener el
proceso impidiendo su realización? Los socialistas comunitarios se sienten la
superación de los neoliberales, pero sienten terror por el advenimiento de sus
sustitutos.
Sin duda que el dialéctico tiene en el fondo algo de
inconsecuencia. Un dialéctico debe poner en duda su propia convicción o no es
dialéctico, pero estos dialécticos son una parodia de Aristóteles y su
principio de identidad, son aristotélicos a ultranza. Estos dialécticos se
burlan de Aristóteles y de Hegel. En los
hechos, los socialistas comunitarios parecen
presumir de haber llegado al momento de la realización del espíritu absoluto con
el Estado plurinacional y su caudillismo, como lo creyó
Hegel en su extensa explicación dialéctica para justificar el Estado
prusiano y su monarquía, cuya
contradicción fue develada por la misma realidad, ya que las contradicciones
continuaron su curso más allá de las categorías hegelianas.
Los socialistas comunitarios, creyentes de la ciencia
materialista, a la hora de justificar la nueva acepción de cambio sin cambio,
prescinden de razones y recurren al mito, arguyendo que el caudillo del más es
una consecuencia contenida en las premoniciones de las leyendas andinas. Este
mensaje fundamental ha sido revestido de mil formas por el equipo
propagandístico del oficialismo.
El poder puede intentar resistirse al cambio, pero no
puede contener ya las nuevas fuerzas que han empezado a minar toda forma de
resistencia del poder, como el Referendo del 21F.
Oruro,
10/02/2017
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