EL SILALA, UN LITIGIO INVENTADO
POR CHILE
Por: Nicómedes Sejas T.
IMAGEN: http://www.boliviaentusmanos.com
Es casi imposible que algún
boliviano patriota se muestre indiferente ante la política expansionista
chilena que parece sustentarse en el
supuesto de que el desarrollo de Chile sólo es posible a costa de Bolivia. No
es para menos, ya que las primeras crisis chilenas fueron saneadas con los
ingresos provenientes de la plata de Caracoles, en territorio boliviano, sin
ningún beneficio para Bolivia. Entre 1876 y 1880 habría generado para Chile
algo más de $ch. 24 millones (Pereira, 2001).
Bolivia desde la derrota de Jungay (1839) no pudo
equilibrar sus relaciones con Chile bélica ni diplomáticamente. Bolivia no
contó con unas fuerzas armadas defensivas para proteger su soberanía en un
contexto en que la fuerza de las armas era decisiva en las relaciones internacionales,
probablemente aquel belicismo hoy no ha cambiado.
El derecho internacional aún
está lejos de garantizar la paz y la seguridad mundial sustentados en
principios y valores de validez universal. El mundo es el escenario donde los
intereses geopolíticos continúan dependiendo de las armas o de otra fuerza
similar equiparable, como las alianzas estratégicas. La defensa de los
intereses de occidente depende de las fuerzas de la OTAN; por su parte va
creciendo el bloque asiático con el liderazgo de China. Esta dinámica ha
planteado a las economías desarrolladas el reto de mantener cierta vanguardia
en tecnología bélica. La guerra fría no ha disuelto la polarización sustentada
en las diferencias ideológicas o éstas
han evolucionado a la defensa de intereses económicos, formando bloques de
poder por encima de la capacidad de resolución del Consejo de Seguridad de la
ONU.
El pacifismo boliviano, en su
aislamiento y cierta ingenuidad, no resuelve ningún problema de interés
geopolítico con sus vecinos.
Entre tanto, a Chile le basta
la ocupación del Litoral boliviano porque tal estatus le basta para seguir
explotando sus prodigiosas riquezas.
Por de pronto, la demanda
chilena sobre las aguas del Silala planteada ante la CIJ mantiene congelada
cualquier iniciativa boliviana sobre dichas aguas. De hecho, la profusa
correspondencia entre las cancillerías de Bolivia y Chile, entre
representaciones, observaciones y aclaraciones (anexos de la Demanda Chilena)
no han posibilitado que Bolivia efectivice la defensa de su soberanía sobre las
aguas del Silala.
El anuncio de incorporar al
internacionalista Brotons, notable defensor de la causa marítima, para la defensa de las aguas del Silala debe
ser modificada, debido a que este señor ha hecho una afirmación pública favorable al uso
equitativo de dichas aguas, lo que implica aceptar que el Silala es un río
internacional, la tesis chilena; contraria a la posición boliviana de plena
soberanía sobre las mismas porque técnicamente es un manantial.
EL
SILALA, EL ÚLTIMO LITIGIO INVENTADO POR CHILE
Chile, una vez más, se
aprovecha de una generosa concesión de uso de las aguas del Silala, por el
Prefecto de Potosí (1908) a la empresa “The Antofagasta (Chili) and Bolivia
Railway Company Limited”, constituida en Londres en 1888, adquiriendo los
derechos y concesiones de la empresa de
Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta por la empresa minera Huanchaca cuyo
importante accionista era Aniceto Arce.
De un comienzo la solicitud
de concesión ocultaba su verdadero propósito, y que la solicitud justificada
para alimentar sus calderos era sólo un pretexto adecuado a las normas
bolivianas sobre el tema. Lo cierto es que las aguas del Silala estaban
destinadas para consumo humano de la población de Antofagasta en calidad de venta,
bajo normas chilenas sin beneficio de su propietario, Bolivia.
El curso de las aguas del
Silala fueron inducidas por canales construidas por los concesionarios de otro
modo seguirían inmovilizadas como estuvieron hasta entonces. Los peticionarios
de la concesión recurrieron a diferentes ardides para lograr su propósito, como
aquella cita de una ley boliviana de entonces
por la que, “las empresas ferrocarrileras pueden aprovechar las aguas
públicas que les sean necesarias y es facultad privativa de las Prefecturas la
concesión de ellas”, y que los Ferrocarriles tienen preferencia para el
aprovechamiento de las aguas públicas”. La empresa era reconocida como
anglo-chilena-boliviana, aunque no se cita a sus accionistas, entre ellos
figuraba el minero boliviano Aniceto Arce. De estos hechos se colige que éste
minero actuaba en connivencia con los chilenos de otro modo no habría permitido
que se suscriba un contrato tan ambiguo y perjudicial para Bolivia, sin
establecer pagos ni la forma de efectivizarlos.
Es llamativo que la ruta de
las aguas del Silala sigue la misma que siguió la guerra de los 10 centavos. Un
problema administrativo entre el Estado boliviano y empresas particulares se
convierte en un litigio internacional, por razones de interés geopolítico chileno.
Acto seguido las aspiraciones chilenas
se difunden en un empaque propagandístico, con la misma habilidad
con que ha sabido justificar su política
expansionista y de agresión frente a Bolivia. El agresor se muestra como
víctima, el agresor es el agredido. La élite chilena más conservadora prefiere la guerra a la negociación, son los
resabios del trauma no superado frente a la Argentina.
Las aguas del Silala son
técnicamente un manantial, los estudios existentes son suficientemente
demostrativos, las aspiraciones chilenas sobre el uso de aquellas aguas
pretende borrar la deuda pendiente con Bolivia, acumulado por más de un siglo,
y asegurarse su uso en el futuro, arguyendo que tales aguas son un río
internacional.
LP, 18/07/2016.
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